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Mensaje por Deucalion Tsergas Jue Jun 06, 2013 9:16 pm

¿Existe realmente una manera de medir el miedo? El dolor, el nivel de cansancio. Así como la escala en los consultorios médicos, se pregunta, si realmente es posible transportar el miedo a un numeral y mas aun, quién ha experimentado el más grande terror para decir: eh aquí el límite. Las personas en su mayoría hablan de los malos y peores días de su vida, los más terribles sustos que su cuerpo puede experimentar y hasta llegan a pensar, dañan su corazón. Pero nada de eso guarda alguna relación directa a lo que significa realmente vivir el peor de los miedos. Angustia es aquella que siente un ciervo al correr entre los prados saltando sobre los cardos que lastiman sus patas pero aun así corre, lo que acelera su corazón, tensa sus músculos y amarga la carne, eso es miedo en el mundo animal y para Deucalion es desalentadora la forma en que los humanos tienden a referirse a el.

Ahora mismo que analiza todo aquello se siente como una especie de astrónomo al filo de descifrar el verdadero origen del universo aquel que será capaz de desplazar toda teoría que respalde la existencia de un dios creador; pensar que las personas no saben lo que es experimentar un verdadero miedo lo hace sentirse dichoso, por alguna vez él haberlo sentido y también provocado. Y no es por que Deucalion se compare con el mismo Hades, mucho le falta para llegar a ser un dios realmente odiado y temido, mas la simple idea de saber que allá afuera hay gente al borde del pánico por situaciones tan pequeñas como un accidente automovilístico, le hace replantear su definición de fragilidad y fortaleza.
Son sus pasos lentos el mejor arrullo para sus pensamientos y la soledad de una carretera lo que ayuda a su mente a desplegarse hasta el infinito, esa misma carretera en la que hace un par de días los árboles se tiñeron de rojo y azul tras la investigación de la policía.
Todos aquí se están volviendo locos, paranoicos.

Un incontrolable ajetreo que se traslada hasta el centro de la pequeña ciudad. Las adolescentes lloran inconsolables con sus labios temblando sin control impidiendo que ellas puedan articular palabra, es el momento ideal para que uno de los chicos del instituto, el más humilde e invisible ofrezca su hombro en signo de consuelo y sus manos para arreglar ese cabello que otras veces solo contempló de lejos. Por fuera no es una imagen nada destacada, algunas plumas negras sobre el verde césped y los cristales en la mayoría rotos. Son los tonos rojos el verdadero problema. Como si la mente estuviera entrenada para saltar al momento, desesperada, nublada con la sola percepción del olor a ferroso de la sangre. Casi puede sentirla mezclarse con su saliva, el lugar apesta a aves, un olor de tierra y calor.

El moreno no es otra cosa que un curioso más que sigue las luces policiales como un faro en la oscuridad y como buen hombre de letras se aventura a cruzar las líneas de seguridad para percibir lo que adentro aun sigue tibio. Un caso más de descontrol animal, otro que añadir a la lista de perros domésticos que se tornan agresivos y hacen creer a sus dueños que un nuevo contagio de rabia azota sus vecindarios. Sin prestar mucha atención ha recorrido los primeros pasillos del colegio siguiendo las voces de las personas con quienes se encuentra, gemidos, frases sin sentido y una profesora confusa que trata de definir la sobre-naturalidad del evento sin que parezca sacado de la película de Alfred Hitchcock. Es a ella a quien observa, con su cabello hecho una maraña y los brazos cruzados para sostenerse. Todo nuestro comportamiento está definido por el miedo.

Ganas sobran para acercarse, preguntar inútilmente por un estudiante desconocido pues bien podría aparentar ser un padre más en busca de su cachorro. ¿Pero por que romper con el hilo de lo sobrenatural? Es entonces cuando ese sentimiento de desconcierto le provoca girar el rostro. La misma sensación indescriptible que pega de repente y te hace caminar hasta la puerta anticipándote al sonido del timbre, un sexto sentido, un susurro del bien o el mal que te alerta. Ahí está un rostro semi pálido, cabellos rubios que no cuadran totalmente con el retrato que guarda en su memoria, un cuerpo más atlético, una voz igual de calmada. Deucalion se ha perdido en aquella figura con el rostro ligeramente inclinado a la derecha y las cejas fruncidas en busca de una explicación. No sabe si sonreír o seguir luciendo confundido, cualquiera de esas dos opciones desatará en ella una reacción diferente en cuanto levante el rostro para descubrir a aquella persona que la observa. Pero que va, al tipo le gusta sonreír y aventurarse, queda en él suficiente curiosidad mezclada con valentía para interrumpir la charla y exclamar: - Vaya lío -
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Mensaje por Morgen Khæn Vie Jun 07, 2013 8:23 pm

Parece que vamos a tener un mal tiempo. No existía momentos para tomarse un respiro cuando el mundo a su alrededor arrasaba con la normalidad que una vez lo caracterizó; ni el café por las mañanas parecía ordinario a pesar de que el terroso sentimiento a tabaco en el paladar no se marchase ni con veinte pastillas mentoladas. Nuevamente, como era de esperarse, el pueblo era golpeado por una ola de anormalidades fatídicas que terminaban en el llanto desconsolado de quienes tenían la suerte de su lado; se encontraban viviendo en el tablero del Diablo, donde ellos eran más que simples peones.

Se enfundó el las botas de combate y la chaqueta del equipo de natación le cubrió los hombros, las puntas del cabello aún destilaban agua de la piscina, y su mirada regresaba la calma al resto de los curiosos. Era la serenidad convertida en un ser tangible. No se detuvo hasta que se hizo un lugar cerca del resto de los alumnos; de los que presenciaron desde primera fila una escena salida de Los Pájaros, quienes pasarían sus noches en desvelo; el tres por ciento no regresaría al edificio, el resto lucharía contra todos sus sentidos para seguir con una vida normal, como cualquier otro lo haría.

Posó su delgada mano sobre el hombro de la ahora repelente profesora, morena y un par de años más adulta, y algo no encajaba con el temblor de su cuerpo y la respiración entrecortada, aún así, permaneció a su lado pues no la dejaría írsele de las manos sin que soltara su lado de la historia. Sabía perfectamente que en estos casos meter las manos al fuego no solucionaría nada, no había un culpable, las razones eran bastante tontas para creerlas, pero vivían en un mundo donde lagartijas gigantes asistían a la secundaria y los lobos se vestían de traje. Donde todo podía suceder. Sin embargo, los más felices eran los ignorantes. Pasó su cabello por detrás del hombro antes de echar un vistazo a los restos del salón, un tornado podría haber hecho de las suyas. Plumas negras, aves muertas, y un verdadero desastre donde los protagonistas eran atendidos por paramédicos.

De sus labios no salió palabra alguna, sus oídos se ocuparon escuchando atentamente frases incongruentes de quien aún permanecía junto a ella. De vez en cuando asentía con la cabeza y hasta se atrevía a regalarle palmaditas en la espalda con la única intención de obtener más información. A penas conocía a la mujer y su bienestar no cabía en sus responsabilidades, por lo cual, cada palabra que soltaba era un ladrillo más en la barrera que se alzaba frente al resto –Tómate un descanso, ya vendrá alguien que pueda sustituirte mientras recuperas el aire –habló sin buscar una conexión visual con la maestra, estas solo traían emociones por parte de ellos y eso no le interesaba. Con nuevas palabras en el fondo de su garganta y la intención de investigar más sobre su compañía, Morgen fue interrumpida por una voz rasposa y masculina caracterizada por un acento europeo muy marcado. Se giró despreocupada y con el rostro en blanco, arriba a abajo y de regreso a su rostro. Parecía bastante mayor, pero la rubia había envejecido también.

Soltó una bocanada de aire de manera imperceptible antes de asentir con la cabeza. No la había tomado por sorpresa, rastreó sus pasos incluso hasta cuando los creyó perdidos. Deucalion y el resto de la manada al fin se dieron a conocer. Curveó sus labios en una insípida sonrisa –Alguien hizo enfurecer a los titanes –frunció el entrecejo sin borrar el gesto de sus labios. Cuando al fin se se separó de la mujer, Morgen pasó cerca de él – Es bueno verte de nuevo –soltó en un suspiro muy por lo bajo consciente de que sería el único que podría escucharla.
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Mensaje por Deucalion Tsergas Dom Jun 23, 2013 8:49 pm

Han decaído un poco respecto a su furia - las palabras salen de su boca sin otro motivo que seguir con los labios en movimiento, casi igual que sus ojos cuando barren de un lado a otro el piso dónde el escenario es muy triste. De seguir el hilo de su curiosidad, hubiera levantado con los dedos hechos pinza alguno de los cadáveres emplumados que yacen con el pico roto y pecho ensangrentado,  por algún motivo quería observar de cerca, percibir la emoción que los había distraído de su vuelo para estrellarse contra una escuela que seguramente tiempo atrás hubieran revoloteado. Son las voces aledañas que lo despiertan inmediatamente de su ensoñación, aquello sería un movimiento llamativo con tantas personas rodeándole no debe olvidar que algunos personajes pueden ser bastante perceptivos.

Esa era mi línea - responde con un timbre habitual aun cuando las palabras de Morgen fueron lo contrario. Seguramente por que aquello poco tenía de verdad, lo bueno o agradable que resulte su visita siempre pasa a un segundo término con ellos, son simplemente sensaciones que no existen - Aunque cambiaría "nuevo" por un "al fin", eres bastante difícil de encontrar - Morgen se mantenía en su mente como miles de pensamientos más, en un lugar mucho más alto casi siempre, pero por ahora unos escalones abajo de su nueva e interesante atracción por lo que encontrarla representó para el moreno una completa sorpresa. No te exaltes - previene - Con eso no me refiero a que he dedicado mucho tiempo en buscarte, pensé que un descanso de mi presencia te vendría bien - añade un guiño pues le gusta ser teatral - Es solo que, me sorprendiste - no estaba en sus intensiones cansar con el típico y egolatra discurso que dejara en evidencia lo audaz que había sido su gente para encontrarla, ya que no le había dedicado tiempo a ello en los últimos seis meses.

Y me gustaría preguntar que te deja estar aquí, siendo la nueva entrenadora del equipo de Beacon Hills - por segundos su mirada fue de los ojos de la rubia al escudo que adorna la chaqueta, sus cabellos aun chorreaban restos de agua tratada - Lo supe por el delatante olor a cloro - añadió tras un chasqueo de dedos solo para aportar un dato curioso.
Hasta hace minutos era irreal la sola idea de Khaen habitando Beacon Hills, mucho más lejano parecía que la rubia se las apañara como profesora dentro de la escuela a la que él había pensado tendría libre acceso pues si bien ella no tenía motivos para ponerse en su camino, para él venía a significar un riesgo, uno que no había contemplado.

Imagino que con todo esto las clases se han suspendido y tu turno, terminado ¿estoy en lo correcto? - después de mantenerse unos minutos con la mente líada, la claridad apareció dejando caer el velo del desconcierto. Ante aquella sensación, como si retomará el orden que alguna vez fue suyo, sonrío.
Me pregunto si tienes tiempo y ánimos para hablar con un viejo amigo - encoge los hombros - De verdad, quiero saber todo lo que pueda de ti.

Deucalion Tsergas
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